La transformación del suelo, la mala gestión del agua y escasez de lluvias son factores clave que obligan al país a repetir sequías extremas cada década. En México se estima que el 84% de su territorio sufre distintas intensidades de sequía, que empeoran por la falta de lluvias.
En Sinaloa, el agricultor Gumaro López afirma que debido a la falta de agua él y otros productores tendrán pérdidas en su producción, y advierte que esto impactará en los precios de los productos. Este escenario se repitió en 2011 y 1996, cuando dos episodios de sequía extrema golpearon a México y de los que, no hemos aprendido lo suficiente.[metaslider id=7163]
Por su localización geográfica y su clima México es especialmente propenso a tener temporadas de lluvias torrenciales y de escasez de lluvias. Resistir la temporada seca dependerá de la cantidad de agua que se consiga almacenar durante los meses de lluvias.
Durante 2020, las precipitaciones no consiguieron abastecer del todo al sistema de embalses, en consecuencia, la mayoría de las 210 presas más importantes de México, están por debajo del 50% de su capacidad. Además, 61 de ellas permanecen en estado crítico con menos de un cuarto de agua, especialmente en el centro y norte del país.
En 2011, Chihuahua entró en una emergencia humanitaria debido a la hambruna que provocó la última gran sequía. Ese mismo año el 95% de México atravesaba esa misma situación. Las estimaciones más recientes indican que nos estamos acercando peligrosamente a esa situación con un 83.9% de México en sequía.[metaslider id=7176]
El investigador del Centro de la Atmósfera de la UNAM, Benjamín Martínez López, señaló que la duración de las sequías, la abundancia y la ausencia de lluvias, depende de un complejo sistema atmosférico y la relación entre el fenómeno del Niño y la Niña. Cuando el agua que superficial del Pacífico oriental —la que envuelve las costas de México— se enfría no hay lluvias en el continente, como ocurre ahora mismo. Este fenómeno se conoce como Niña. Tendremos que esperar a que las masas de agua caliente de Indonesia se desplacen hasta llegar al otro lado del océano, calienten la superficie de las costas y con el agua evaporada se formen las lluvias y los huracanes.
“Ahora mismo la Niña está remitiendo y en las próximas semanas la superficie del agua se calentará y empezará a llover”, dijo Martínez López. “El cambio climático está propiciando que se generen más Niñas, lo que se traduce en más huracanes y más lluvias en la regIón”.
En 1996, ocurrió la peor de las sequías registradas que provocó incalculables pérdidas en los cultivos, hasta el punto de paralizar las exportaciones y malvender el ganado para que no muriera de hambre.
El profesor del Instituto Tecnológico de Monterrey, José Antonio Benjamín Ordoñez-Díaz,señala que las sequías siempre han estado ahí, pero la actividad antropogénica ha complicado sus efectos y reducido la disponibilidad del agua. Actividades como el crecimiento de la mancha urbana, la deforestación, y la transformación de terrenos como bosques o humedales en campos para cultivos, han obstaculizado la capacidad de retención de agua.
“Cuando cortas un árbol, te estás llevando la mitad de su peso en agua que tenía ese ecosistema”, señala para explicar que sin vegetación, el agua no se infiltra en los suelos y se evapora más rápido. Con el aumento de las temperaturas de los últimos años (en 1985 la temperatura media anual era de 20,4 grados, en 2019 fue de 22,4), el fenómeno se acelera. En consecuencia, los suelos se secan más rápido y se desatan los incendios que arrasan con la vegetación y la biodiversidad.
En México el 76,6% del agua se destina al riego agrícola, el 14% al consumo doméstico y el resto a la industria y electricidad.
“Estamos mejor preparados con información, pero al final todo está sujeto a decisiones políticas y espontáneas cuando tendrían que ser decisiones preventivas con criterios técnicos”, dijo Judith Domínguez, investigadora del Colegio de México y coordinadora del Observatorio de Seguridad Hídrica.
“Si sabemos que cíclicamente tenemos una sequía, deberíamos cambiar cultivos. Por ejemplo, en Estados muy secos del norte se cultiva alfalfa que requiere muchísima agua”, denuncia la investigadora. En adición, propone que si se prevé con varios meses de anticipación una sequía, se podría cambiar el uso del agua doméstico y agrícola para reducir su consumo. “Al final, se confirma lo que dicen los informes internacionales sobre la crisis del agua: es una crisis de gestión y gobernanza”.
Fuente: El País
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