La pandemia de COVID-19 ha afectado a distintos segmentos de la industria estadounidense desde su inicio a mediados de marzo. Entre ellos destaca el sector turístico, el cual engloba viajes, hospedaje y entretenimiento.
Las perspectivas aún parecen desalentadoras, en particular para los restaurantes, ya que estos tienen un impacto económico masivo en la economía estadounidense. De acuerdo a la Asociación Nacional de Restaurantes, éstos emplean aproximadamente al 10% de la fuerza laboral estadounidense, y su impacto aproximado es de $2.5 billones en la economía de este país.
Debido a las regulaciones de distanciamiento social y el aumento de los gastos para la mitigación de COVID-19, la industria restaurantera ha migrado sus servicios al “ordene y recoja” , y otros más han tenido que cerrar puertas. Los restaurantes han optado por una reducción en sus cartas, sus horarios y han aumentado los precios para mantenerse a flote. Lo preocupante es que estas medidas no son para todos, ya que para la mayoría de los restaurantes, nada de esto es sostenible a largo plazo.
Esto conduce a dos problemáticas. En primer lugar existe un problema a corto plazo, donde los restaurantes pequeños sin grandes reservas ni flujo de efectivo para continuar sus operaciones se ven obligados a cerrar, y aunque el Programa de Protección de Nómina ayudó a mitigar el problema lo cierto es que sin programas adicionales el panorama es poco alentador.
En segundo lugar, se encuentra el problema a largo plazo de la confianza del consumidor, puesto que una gran parte de la población teme estar rodeado de grupos de personas. Este temor probablemente continúe en tanto las personas sigan asociando el virus con la interacción social.
Mientras tanto, el gobierno estadounidense continuará distribuyendo dinero a las personas y empresas durante los próximos meses. Pero si en lugar de repartir dinero a todas las familias que ganan menos de $50,000 para usarlo en lo que crean conveniente, optaran en repartir dicho gasto en áreas de la economía que necesitan más ayuda se prevendría la desaparición de muchas industrias, incluida la restaurantera.
Si cada adulto estadounidense recibiera $250 en cupones que tuvieran que gastar en un restaurante, se lograrían varias cosas. Como que se generarían más de $50 mil millones en ingresos por restaurantes mejorando el flujo de efectivo,aumentaría la confianza de los consumidores y proveería comida a la población necesitada.